Un día cualquiera

Antes de regresar a su habitación, camina hasta el comedor y elige el trozo más grande de pan con semillas que había comprado en el supermercado el día anterior. Con la cuchara llena de mantequilla, el color café del trozo que se lleva a la boca se va ocultando dejando a la vista una capa de grasa que cubre las semillas. Toma la tapa de plástico de la mermelada para cerrarla y al hacer presión con la palma de su mano izquierda, se dibuja una línea que separa los pliegues de su piel. Un frío recorre sus piernas, su espalda, sus brazos, mientras el color rojo intenso de su sangre conquista su muñeca. No hay un ser con vida alrededor que lo auxilie, pero no es algo que necesite. En su cafetera, el filtro aún conserva los restos molidos del café de origen que su compañera bebió antes de salir de casa. Aplica una capa gruesa en su cortada para evitar dejar gotas de sangre en el piso. Como parte de la rutina, Irene olvidó limpiar los restos de comida que dejó a una altura que su perro lograría alcanzar. No contó con suerte esta vez, el despertador sonó, pero confundió el sonido con la melodía de la canción que escuchaba en su sueño. Su lógica no siempre coincidía con la de los demás. Su familia no comprendía qué ocurría con ella, siempre habían estado tan dispuestos a darle todo lo que necesitaba, pero su coeficiente intelectual arrojaba una puntuación anormal dentro del promedio considerado como “normal”. Ernesto, agradece no haberla visto en la mañana mientras sirve en la taza de café que pidió por Amazon, solo porque sentía que el mensaje impreso estaba hecho para él «and here we fucking go again. I mean good morning», la edición especial de Dewar´s que le regalaron en su trabajo. No podía dejar pasar una discusión más, tratar de mantener la “buena relación” y no verse en la obligación de resaltar los defectos del individuo que ha tenido por pareja durante los últimos 18 meses, lo estaba volviendo loco. Contempla su horizonte, pero solo tiene dos opciones; continuar limpiando como lo hace todos los días en el bar que tiene por oficina o ahorrar su energía para mantener la calma. Respira profundo y avanza hacia el sillón, enciende la televisión en busca de una serie interesante que le ayude a justificar su desorden en un día libre de comensales que solo aturden con sus peticiones, alergias, quejas o historias que revelan el peso de la desdicha que cargan en sus espaldas. Esta vez, no estaba dispuesto a limpiar el desastre de la semana de Irene. La plataforma de streaming le sugiere “Curry y cianuro: El caso Jolly Joseph” un documental que expone la historia de una mujer de la India que envenenó a su familia, pero no quería ideas para poner en práctica con Irene. Su mano continuaba sangrando, así que derramó un poco del destilado que bebía y con el café tiño el color beige del sofá que había comprado a cuotas y que aún no había logrado saldar. Sin resultado alguno, se levantó y buscó las bombas de sal que por culpa de la explotación laboral que lo dejaba sin descanso, no había disfrutado. Una de ellas, con esencia a jazmín y la otra, con CBD y eucalipto. Según la vendedora de la tienda, conseguiría uno de los mejores baños que ha tenido en toda su vida. Con el cuarto de baño libre de cabellos de mujer, se dispuso a llenar la bañera, cuando el agua estuvo a 45ºC entró y el frío que conservaba en su cuerpo lo abandonó. Quitó el empaque de seguridad de la bomba de sal con CBD y encendió uno de los cigarros de marihuana que solo tenía para ocasiones especiales, pero el compartir tiempo consigo mismo era el momento más especial que apreciaba, hasta el punto de molestarse por coincidir el mismo día de descanso con Irene. La relación tenía tantos altibajos, que ahora no dejaba de escuchar Un osito de peluche de Taiwan. El agua cubría sus hombros, sus pies los encogía para evitar dejar zonas de su cuerpo al descubierto. Dos, tres caladas y su pecho le pedía que liberara el humo que ahora cubría todos los rincones de sus pulmones. Después de varios minutos, recordó que no estaba escuchando música y necesitaba armonizar el espacio. Se levantó en busca de su móvil, buscó la última playlist que había escuchado en la mañana anterior cuando hacía la compra y le dio “play”. Regresó a la bañera y de nuevo, sus hombros estaban cubiertos. Una calada más. Dos, tres. Tosió como si estuviera a punto de perder la cordura, con tanto miedo de no regresar al punto en el que estaba y olvidar lo que estaba a punto de hacer. Cierra sus ojos y respira. Paso todo el día pensando en vos ¿Qué hay de malo en todo esto? Paso todo el día pensando en vos. Vos pensás que pierdo el tiempo. El mató a un policía motorizado, es una de las bandas que más suena en el bar, aunque su jefe las canciones asturianas sea lo que lo motive a comenzar el día. A su alrededor, resaltaba el color verde y el color rosado ¿Qué sucedía? ¿Estaba condicionado a tomar la misma decisión a la hora de comprar algún jabón de color verde o rosa para que combinara con los demás artículos que adornaban el cuarto de baño? Las toallas de mano, verdes. La toalla de Irene, rosa. El tapete para los pies, verde. El jabón para el rostro, rosado. El shampoo de canela y naranja, verde. Las cuchillas de afeitar, rosa. No hubo acuerdo con Irene sobre la cantidad de artículos y el color de cada uno. Incluso, las toallitas húmedas que usaban para evitar comprar el papel higiénico, tenían un color verde intenso en el empaque. Nunca le había preguntado a Irene si de pequeña veía la serie animada “Los padrinos mágicos” y fue tanto el gusto que se ve reflejado ahora en su vida adulta o quizá no tenga nada que ver con los dibujos animados que veían, quizá solo sea el efecto de una buena publicidad que nos somete a la hora de tomar decisiones programadas, pero que en el momento los nervios pueden jugar y después cuando se está en calma desempacando la compra para más tarde revisar el ticket, replantearnos ¿Qué tanto criterio se tiene al elegir entre el aceite de oliva que más anuncios tiene o el que es más económico pero no es tan conocido? ¿Es una cuestión económica la que afecta la elección de artículos y con ellos el color de los mismos?
La bomba de sal se deshacía paulatinamente y con los residuos que dejaba a cada extremo de su cuerpo, intentaba exfoliar su piel. Por el color verde que lo cubría, se preguntaba cómo se sentiría un pulpo al existir en medio de un clima tropical con 300 ventosas en cada uno de sus 8 tentáculos, pero al mismo tiempo recordaba el pulpo que había disfrutado sobre una cama de puré de patata que Irene le había preparado para su cumpleaños. No quería ser un animal que según su tamaño cazan para más tarde festejar una fecha tan molesta como su aniversario. El estar bajo los efectos de la marihuana, que si bien le ayudaba a alejarse por un momento de su realidad y disfrutar el sabor de la tableta de chocolate M&M`s de cacahuate, también le generaba sensaciones confusas y distorsionadas que no tenían que ver con su vida. Influye el estado de ánimo de la persona, pero al estar en reposo, sentía que su mano derecha se mantenía en posición dorsal en dirección a su rostro, cuando en realidad tenía la palma de la misma contra la superficie. El escuchar a sus vecinos discutir e imaginar una historia distinta sobre el por qué de la discusión. Oír los pasos de las personas que estaban en otros pisos y preguntarse si habían tenido un buen día, si llegaban o salían, si sería su último día de trabajo o el primero, si estaban enamorados o si habían descubierto una infidelidad y es que por el sonido que genera el cuerpo al descargar el peso contra el suelo para dar un paso, se puede deducir si la persona tiene prisa porque sus pasos son acelerados, pero si está cansada, le cuesta avanzar y por ende arrastra sus pies hasta llegar a su destino. Si la persona está molesta, descarga todo su peso, pisa fuerte y su marcha la acompaña de gritos con los que busca liberarse, hay quienes usan palabras ofensivas para desintoxicar su ser o a quienes el rostro les cambia de color, pero ¿Cómo saber qué tipo de catástrofe, de acierto o de suceso le ocurrió según el sonido que genera al caminar? Cada que fuma imagina su vida sin uno de sus sentidos ¿Cómo podría reaccionar frente a la pérdida de la visión si hubiese pisado la mitad del sándwich que Irene no se comió antes de salir de casa y por descuido dejó en la entrada de la cocina? Dicen que los sentidos se agudizan bajo los efectos de drogas psicoactivas y lo confirmó el miércoles pasado cuando fumó con Irene. Dos, tres, cuatro caladas cada uno. Ernesto siente que su garganta se quema y que el agua podría calmar la sensación que no es capaz de explicar. Irene, a un lado de la cama, tiene los párpados hinchados. En sus manos, el control remoto le ayuda a comprender que estando en una misma realidad, puede experimentar el ser parte de un multiverso en el que un simio aplaude en su cabeza, pero es ella quien le indica cómo aplaudir. Busca una de sus bandas favoritas, aunque sin mucho esfuerzo. No es necesario buscar el historial en YouTube para saber que en el inicio están las canciones más escuchadas. Ernesto, aún de pie, sin querer bajar la persiana, la observa y solo piensa en besar sus carnosos labios, su tersa piel, sus pecas producidas por el sol, sus delicadas manos que dan por sentado otro tipo de esfuerzos que no generan callos o resequedad en los dedos. El olor de su cabello lo hace sentir tan tranquilo, que decide bajar un poco la persiana y ocupar su espacio de la cama. Se le acerca y le besa la mejilla, la punta de su nariz entra en contacto con su cabello y se pierde en el olor a canela con naranja del shampoo que Irene eligió el día de la compra. Irene lo mira y él, avergonzado por su acción, espera una reacción distinta, pero Irene le sonríe y le pide que se acomoden en la cama. Irene deja caer su cabeza en el pecho de aquel ser que haría todo lo que esté a su alcance, y lo que no, solo para que en las noches continúe haciendo lo mismo que segundos atrás le confirmó a Ernesto que no estuvo mal buscar su cuello. Debajo de las mantas, la palma de Irene recorre el torso ajeno. Got the music in you, baby tell me why, got the music in you baby tell me why. You’ve been locked in here forever and you just can’t say goodbye. Suena el citófono, pero el agua aún conserva su temperatura y no es el momento adecuado para salir de la atmósfera que tanto costó crear. Mira su palma izquierda, alrededor de su herida la piel está roja, pero el dolor es soportable ¿Cómo alguien puede cortar la palma de su mano con la tapa de una mermelada? Aunque no hay preguntas absurdas a la hora de tener precaución y evitar accidentes. Debería apuntar las preguntas que surgen al percibir un olor; la vecina del piso de arriba está cocinando con cardamomo negro, lo deduce por su fuerte olor ahumado en comparación al cardamomo verde ¿Cocinará para sus hijos o solo para su esposo y para ella? Hace una semana no los ve salir a tirar la basura en el cubo. Recuerda el día que le ayudó a Paloma, la joven del piso contiguo al suyo que solía salir a caminar en las tardes por el parque con Galleta, un perro de agua dulce con 10 años reflejados en su pelaje. Tenía tanta fuerza que la tumbó y su brazo izquierdo se fracturó. Desde ese día Ernesto antes de consentir a un peludo, busca una superficie de la cual sostenerse y así evitar ser la siguiente víctima de la euforia que un ser de 4 patas lleva consigo y no es descabellado, su descuido al cerrar una mermelada le confirma lo distraído que puede ser.

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